Fue un día diferente. El ambiente lleno de alegría y entusiasmo inundó el Hospicio Corazón de Jesús. Allí más de 200 adultos mayores estuvieron en uno de los accesos internos junto a sus familiares y al personal que los asiste. Rieron, cantaron, bailaron. Tenían porque hacerlo, dijeron, por la integración y por el día del Amor y la Amistad.
Para animar el ambiente estuvieron zanqueros, artistas, payasos, mimos, cantantes y grupos de baile. Los adultos mayores olvidaron de momento sus dolencias y se dedicaron de lleno a disfrutar del momento de esparcimiento organizado por el Departamento de Trabajo Social del Adulto Mayor con apoyo de un grupo de jóvenes voluntarios de la Universidad ECOTEG.
Josefina Zambrano impuso su voz con pasillos y otras melodías que evocaron ese ayer romántico, ese ayer que viven en el recuerdo de quienes guardan como un tesoro el primer amor, el amor platónico, el amor que dejó huellas, el amor que encontaron en sus parejas, el amor vivido que los hace valorar la amistad, el compañerismo y alivia la fatiga de los años, sin dejar de lado ese Amor maravilloso que todo perdona, que todo comprende, que es servicial, el Amor de Dios.
Así lo corroboró Francisca González, quien por más de 7 años vive en el Hospicio donde se ha hecho de una nueva familia. “Esta fiesta nos hace revivir nuestros tiempos, porque lo que estamos viviendo es una nueva vida con la ayuda del Creador y de quienes nos apoyan en cada uno de nuestros pasos en este lugar. Este es un momento de alegría”, manifestó mientras sostenía unos globos que en forma de corazón le habían elaborado los alumnos de la ECOTEG.
Dorita Sánchez conversaba mucho con su compañera, le contaba que vivió 10 años en España y desde hace seis meses que regresó, le pidió a su hija que un lugar donde ella se siente segura, cuidada y tranquila, es el Hospicio Coraón de Jesús. “Y aquí estoy, tengo el control médico y la asistencia de enfermeras que me dan la mano cuando lo necesito”. Dice que esta celebración le trae a su memoria felices momentos vividos junto a su esposo e hijos.
En la improvisaba pista Eduardo Vinces, invidente, manabita, octogenario, hacía gala de su traje y del buen compás que aún le queda para el baile. Para él, “el amor y la amistad son los sentimientos más nobles que puede tener un ser humano, hay que fomentarlos porque no se los valora como antes” manifestó don Eduardo un poco agitado de tanto bailar y celebrar el día del Amor y la Amistad.