Hace dos años, el Instituto de Neurociencias abrió el primer hogar protegido, en el que residen 7 mujeres que por muchas décadas vivieron abandonadas en el Instituto, al que fueron internadas por sus familiares a causa de alguna patología mental y luego abandonadas.
El objetivo de este proyecto es desinstitucionalizar a los pacientes y prepararlos para que puedan desenvolverse en la sociedad. Para el efecto, se abrió el segundo hogar protegido, en el que habitan cinco varones que de a poco están cambiando su vida gracias al tratamiento y las oportunidades que les ofrece el INC para su recuperación.
Desde hace un mes, José, Fernando, Hugo, Jorge F. y Jorge E., recibieron las llaves que los acreditan como los nuevos residentes del bloque 206 de los departamentos administrados por la Junta de Beneficencia. José, nos recibió muy elegante vestido. Su caballerosidad y educación son reflejo del entrenamiento social, cultural y laboral que han recibido para su inserción social.
Con más de 30 años viviendo en el INC, José ahora dice sentirse diferente. Nos comenta de su trabajo conseguido gracias a la gestión del departamento de Trabajo Social, que están pendientes de buscar un espacio donde se puedan desenvolver y ganar su sustento diario.
A Hugo y Fernando, les gusta cocinar. "las señoritas de ASVOLH, nos enseñaron a cocinar, pero todos ayudamos, uno pica la cebolla, el otro el tomate y preparamos nuestra comida, cuando no vamos al instituto" comenta Hugo, quien es vendedor ambulante de artículos de bisutería que aprendió a hacer durante los talleres de rehabilitación.
Mientras tanto, Jorge E. nos comentaba que el limpia la casa. "Me gusta que el piso y los baños estén limpios" dijo. Su tocayo, no se encontraba ya que estaba cumpliendo con su horario de trabajo para una empresa proveedora de alimentos, que le dio la oportunidad de formar parte de sus empleados.
Susana Ordoñez, trabajadora social del INC, señala que el objetivo de este proyecto es prepararlos para que ellos salgan al mundo exterior y puedan desenvolverse en las diferentes actividades de manera independiente. "Pero siempre están bajo nuestra supervisión. Hay un tutor que viene periódicamente a supervisar como están desenvolviéndose" manifestó.
Son hombres cuyas edades oscilan entre los 35 y 54 años, que tienen muchas expectativas de lo que será su nueva vida; que comparten una misma ilusión y la esperanza de que la sociedad los acepte como son. Que han dejado sus temores y miedos, productos de sus patologías y que cuentan con el apoyo de un equipo multidisciplinario para lograrlo.
