Una vez iniciado el periodo lectivo, el aprendizaje de nuestros hijos se convierte en la piedra angular del rendimiento escolar, no obstante existen una serie de factores que limitan el progreso en este ámbito, los más frecuentes son la disgrafia y la discalculia.
No identificar estas dificultades de aprendizaje a tiempo, pueden tornar la experiencia escolar en compleja e incluso traumática; “Académicamente no avanzan al ritmo de sus compañeros; podrían ser tildados de vagos, perezosos, que no les gusta escribir”, señala el Lcdo. George Ronquillo, psicopedagogo del Instituto de Neurociencias.
Ronquillo señala que la Disgrafía es un trastorno específico del aprendizaje que afecta al lenguaje escrito y que solo se diagnostica como tal hasta después de los 7 años; “cada psicopedagogo atiende entre 17 a 19 pacientes con problemas de aprendizaje. De ellos, el 50% tienen este problema, y mayoría tienen como factor común una deficiente etapa de aprestamiento escolar”, sostiene Ronquillo.
La discalculia es otro de los problemas que se presentan en el ámbito educativo, a diferencia de la Disgrafia, ésta afecta a un área muy específica: la aritmética y puede afectar a conceptos básicos como la suma, la resta, la división o más abstractos de álgebra o geometría.
Por ejemplo si el estudiante a la hora de realizar una operación de la suma no sabe cuál es la izquierda, ni la derecha, el chico se confunde, tiene un problema lateralidad; también se presenta un problema de orientación espacial porque cuando el chico hace la suma la hace de arriba hacia abajo, y no al contrario.
“Mientras más tardío sea el diagnóstico, es probable que mayor sea el daño de su autoestima. Por lo tanto, una primera medida es afrontar la dificultad como equipo, donde el niño se percibe como partícipe de una estrategia orientada a superar el problema escolar. Y es muy importante que, dependiendo del caso, exista la evaluación y tratamiento de especialistas en psicopedagogía”, sostiene Ronquillo.
Casi todos los problemas de aprendizaje siempre parten de una deficiente fase preescolar, un periodo base en el que el cerebro está en su máximo desarrollo, de ahí que es importante que los padres no intervengan realizándole las tareas a los chicos cuando tienen entre 3 a 5 años, ya que el rasgar, corrugar, colorear, picar, entre otras actividades, que les ayuda a fortalecer sus destrezas psicomotrices.
